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El fundador de Funeraria Apóstol sorprende al contar cómo quiere que sea su despedida

today25 junio, 2025

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En una conversación íntima y extensa en Radio Líder Santiago, Pepe Domínguez repasa su vida: de la formación en La Inmaculada La Salle a fundar su propia funeraria desde cero, enfrentarse a gigantes del sector, y convertirse en una referencia humana y empresarial.

A sus 74 años, Pepe Domínguez sigue madrugando cada día para llegar a las instalaciones de Funeraria Apóstol, la empresa que fundó sin apenas ahorros y una montaña de ilusión en 1978. “Soy el primero en llegar y el último en marchar”, cuenta, con la energía intacta, en una entrevista realizada por Álvaro Veiga en Radio Líder Santiago. En ella se desgrana una vida de superación, compromiso con los demás y visión empresarial pionera en uno de los sectores más sensibles: el de los servicios funerarios.

Su historia arranca con solo 14 años, cuando comenzó a trabajar como administrativo en una compañía de seguros especializada en pólizas de decesos. “Con 13 años y medio ya estaba buscando mi sitio. Estudiaba en La Inmaculada La Salle, y cuando apareció una oportunidad laboral, no lo dudé”, recuerda. Aquella formación fue esencial: “Salíamos preparados, sabíamos caligrafía, contabilidad, mecanografía…”.

Fue en esa compañía donde vivió sus primeras experiencias vinculadas al mundo funerario, en un entorno donde no existían guardias los fines de semana y donde las defunciones, inevitablemente, no entendían de horarios. “Empezamos a reorganizar los turnos porque nadie atendía fuera de horario. Ahí aprendí de verdad lo que significaba estar disponible siempre.”

En 1978, tras una frustrada integración en “Pompas Funerarias Unidas” —una fusión de competidores del sector— decidió lanzarse a montar su propio negocio: Funeraria Apóstol. “No tenía ni un duro, solo un bajo en Santa Isabel y muchas ganas. Fui firmando letras hasta que me dolía el dedo”. Su primer coche fúnebre lo consiguió gracias a la confianza de un proveedor de Betanzos, después de que su anterior jefe interviniera para impedir la compra. Ahora, con el paso de los años no duda en reconocer, aunque susurrando al micrófono que «le echó huevos» a su juventud emprendedora.

Pero ni las zancadillas ni los obstáculos institucionales lo detuvieron. “Hasta me denunciaron por usar el nombre ‘Apóstol’ en el nombre de la funeraria. Me fui directo al Arzobispado, y me dieron un certificado autorizando su uso. El ayuntamiento tuvo que darme el visto bueno”.

La empresa fue creciendo gracias al trabajo constante, el boca a boca y un trato cercano. “Gracias a la clientela y las amistades que confiaron en mí, Funeraria Apóstol fue ganando espacio”. Hoy, cuentan con cuatro tanatorios (Boisaca, Montouto, Bertamiráns y Barcala), 27 empleados y casi 1.000 servicios anuales. “El año pasado hicimos 928 velatorios sin contar traslados”, detalla.

Domínguez fue también pionero en introducir el concepto del tanatorio en la comarca de Santiago. “En los años 80 no había tanatorios aquí. Me fui al concello de Ames, y allí me facilitaron el terreno. En Santiago me lo echaron para atrás: compramos el solar, sacamos el permiso, y luego nos dijeron que tenía que ser municipal”. Años después, la ironía se convirtió en justicia poética: “Doce años atrás compré el tanatorio de Montouto a mi antigua competencia. El pequeño acabó comprando al grande”, presume con orgullo.

Pero más allá de lo empresarial, Pepe vive su profesión con una vocación que trasciende lo comercial. “Esto es 24 horas, 365 días al año. Cuando me llaman, no me quedo tranquilo si no estoy allí. Aunque hay equipo, siento que debo estar. Es mi responsabilidad.” Su visión sobre la muerte es profunda: “Como católico, creo que tiene que haber algo más allá. Si no, esta vida no tiene lógica.”

También se ha adaptado a los nuevos tiempos. “Ahora puedes diseñar tu propio entierro. Con gaitas, violinistas, música, un acto civil… La gente joven ya no quiere coronas ni misas. Van al grano”. Explica también cómo la ley gallega permite ahora enterrar a las 12 horas del fallecimiento: “Eso acelera todo. No da tiempo ni a publicar una esquela”.

Con orgullo señala que sus hijos ya están involucrados en la empresa familiar, junto a uno de los yernos: “Somos una sociedad familiar. Mi mujer y yo, y nuestros hijos con sus funciones. Esto sigue.” Cuando se le pregunta cómo le gustaría ser recordado, responde con humildad: “No tengo una frase para mi tumba, pero si alguien canta el miudiño con una copita de vino, yo ya estaría contento.”

La historia de Pepe Domínguez no es solo la de un emprendedor. Es la historia de un hombre que convirtió su vocación en servicio, su esfuerzo en empresa, y su cercanía en legado. Una historia que empezó entre lápices y seguros… y acabó ganando la confianza de miles de familias.

Escrito por Líder Redacción

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